sábado, 22 de diciembre de 2018

Not so important

Me duele la piel. Noto punzadas pequeñas debajo de la carne y no sé qué hacer para evitarlo. Quizás sea el frío, quizás mi cuerpo desintoxicándose. Pero, sinceramente, sé que no es por eso. El recuerdo de tu incertidumbre aún me atormenta. ¿Cómo una frase tan nimia puede generar tal catástrofe? Y lo peor de todo es que me siento vulgar preocupándome por esto después de lo que contó ayer. No sé cómo sentirme al respecto. Quiero ayudar y creo que cualquier cosa que haga lo va a empeorar. No creo que sea capaz jamás de estar en su situación y precisamente por eso no sé cómo actuar. Así que me encierro en mis propios problemas para llevarme al borde de la crisis de forma voluntaria para no tener que pensar que hay gente que está peor que yo.

No me hablas. No me escribes. Estás a diez minutos de mi casa y no nos vamos a ver hasta la hora de la cena porque tú no tienes que disculparte más y yo no me siento a gusto con tu presencia. ¿Tan mal lo hago?¿Tan poco te he dado para que al primer desliz pienses que no te importo? Un desliz que ni siquiera existió. Tergiversaste mis palabras y no puedo evitar caer en la tentación de pensar que hay un miedo subyacente a todo esto. Que no confías en mí. Que realmente nunca lo has hecho pero no tenías que preocuparte porque me pasaba el 80% del tiempo contigo. ¿Cómo pretendes que me sienta al respecto? Ni siquiera estaba borracha, ni siquiera tú estabas borracho como para justificar que se te fue de las manos y me destrozaste por el camino. Ahora intento encontrar los pedazos de autoestima que tanto tiempo me ha costado tener, intento no sentirme como si fuera una mierda porque, después de todo, no ha cambiado nada. Uno carente de confianza más para la lista. Y después se preguntarán por qué estoy harta de las relaciones monógamas. Odio esta oleada de celos innecesarios. Esta vida de desconfianza. Esta relación de medias verdades.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Óleo sobre tiempo

Otra vez entre dos mundos. Otra vez sin formar parte de ninguno. Otra vez... al borde de la crisis.

Pero esta vez no puedo dejar que vaya a más, no puedo dejar que el miedo se apodere de mí. Él pretende ser mi apoyo, mi fuerza, el hombro sobre el que llorar y quizás si fueran otras las circunstancias habría sido suficiente. Pero no puedo depender de él únicamente para ser feliz, no es justo que él cargue con lo que me corresponde. Necesito irme de aquí. No tengo nada a lo que aferrarme en esta ciudad, nada me frena y dudo que vaya a echar de menos a alguno más allá de la comodidad de saber que podría quedar con ellos cualquier día si lo propusiera. Pero para ellos no soy nada, no existo, soy prescindible, y el hecho de poder asumirlo no quita que me duela o que pueda superarlo. Nunca he sido de superar las cosas fácilmente.

Ahora tengo hambre y necesidad de huir. De dejar de esperar. De descubrir y conquistar y poder pensar en la posibilidad de conocer gente nueva para la que de verdad signifique algo, no ser una más. Ser el Miguel del grupo por una vez. Notar que importan mis decisiones, que esperan algo de mí y poder ser yo la que elija si me merece la pena o no estar con ellos. Necesito amigos nuevos. Necesito una vida nueva.

sábado, 11 de agosto de 2018

Y los sueños...

No sé por qué sueño contigo. No sé por qué sueño con vosotros. Yo planteándome dejar de ir al psicólogo porque, hostia, ya no me siento tan mal con respecto al resto del mundo. Y de repente me asaltáis donde no puedo atacaros, lo único que me queda por la mañana es el regusto amargo de saber que no era más que un sueño. Que no eran vuestros labios los que besé, que no érais vosotros los que queríais estar conmigo. Al menos al par de horas se me pasa, pero son dos horas de espectación, de necesidad de mundos alternativos, de ansia por aquella realidad estúpida en la que no estuvieras gordo y me besaras por algo más allá de verdad o atrevimiento. Un mundo en el que me besaras porque quieras hacerlo, porque no me hubieras podido olvidar, porque ella ya no formaría parte de la ecuación y entonces yo sería la que podría elegir si quererte o no. Si me merecería la pena descubrirte de nuevo y volver a recordarte o no sería más que mancillar tu recuerdo con una persona nueva que nunca me ha convencido. Solo son sueños.

lunes, 25 de junio de 2018

Socorro

Hacía tiempo que no escribía aquí, pero como bien hemos podido comprobar, está claro que solo escribo cuando estoy triste. No estoy segura de que triste sea el sentimiento más adecuado, me siento, literalmente, hecha una mierda, física y mentalmente. Mañana es el último examen, no estoy estudiando absolutamente nada, Sebas y yo hemos hecho un mes y de repente solo quiero estamparlo contra la pared. De repente todo es una mierda y me duele. Hoy no. Hoy no debería pasar esto. Podría ser un día aburrido, apático, monótono, pero no de esos que me hacen replantearme mi vida porque suele dar malos resultados. También es verdad que no tiene pinta de que me vaya a durar mucho. Solo lo echo de menos y las perspectivas de futuro me agobian y las relaciones y todo en general también.

jueves, 24 de mayo de 2018

Partiendo de la base de que el amor nunca se manifiesta de la misma manera entre dos personas distintas, hay algo que no deja de crisparme: están ahí los elementos, los noto en el ambiente, casi se puede palpar la electricidad y, sin embargo, no lo encuentro. No encuentro ese amor que sé que me profesas y que, en el fondo, sé que te profeso. Encuentro cariño, lujuria hasta decir basta, encaprichamiento, curiosidad, confianza... pero no amor. Al menos no como entiendo que debería serlo, algo mucho más metafísico, parecido quizás a una indigestión. El problema es que encuentro la indigestión pero no la relaciono con el amor que debería venir unido.

No creo que sea una cuestión de demostraciones de afecto porque he superado con creces mi nivel de cariño en público y no ha cambiado nada. Tampoco creo que, a estas alturas, sea una cuestión de tiempo porque ya he esperado mucho a un cambio que nunca llegó. Me niego a pensar que nosotros somos los culpables porque lo que sea que siento por ti es demasiado intenso como para que sea otra cosa, pero no lo identifico y eso me duele y me desconcierta.

En fin. No es nada que no se me pase cuando te beso. Casi todo se me pasa cuando te beso.

viernes, 18 de mayo de 2018

Should I stay or should I go?

No, esta vez no voy a escribirte estados en inglés. Creo que mi silencio, en este caso, es lo mejor que puedo usar para expresarme. Mi silencio frente a tus "por favor" bien pronunciados, con todas sus erres. Tu desesperación frente a mi apatía. A mi necesidad de atención. A tu necesidad de complacer. Si al menos fueras consciente de lo importante que es esto para mí. Aunque sea algo pasajero, aunque sea algo inconsciente, te necesito en mi vida para balancearla, necesito que seas mi piedra angular durante un tiempo. Y dentro de lo que cabe, de tu inexperiencia y mi exceso de experiencias, lo estás haciendo muy bien. Me mantienes en un estado grogui de felicidad e impaciencia, de excitación y confianza.

Y, de repente, me haces estas cositas. Me hieres donde menos me esperaba que alguien me pudiera hacer daño, en las cosas que doy por sentado, en los pilares de mi vida. Porque sé que, si te digo que pasemos una tarde juntos, me vas a preguntar que adónde vamos, e igual yo solo quiero estar tirada en el sofá viendo series. Estarían mis padres, qué locura. O quizás podría preguntarte si puedo quedarme en tu casa a dormir. Qué locura.

Quiero aguantar, de verdad que sí, quiero ser paciente, ¿pero no crees que lo he sido ya suficiente? Estoy cansada de esperar a que todo se normalice, estoy cansada de tu circunstancia, y un poco de ti. ¿Me compensan los buenos momentos cuando siempre está de fondo el murmullo constante que me susurra que algo no va bien?

viernes, 4 de mayo de 2018

¿Qué hacer sola en un fin de semana?

Esto es una mierda. Una grandísima mierda. Iba a ser todo maravilloso, iba a ser todo perfecto, organizado, fantástico.

Pero no.

Como siempre, se me jodió el plan, se me jodió la noche y ahora no sé qué demonios hacer con mi vida. No se me da bien estar sola. No me sienta bien estarlo. Y estoy aquí, a las once de la noche sola en mi casa. Porque ibas a estar tú conmigo, ibas a hacerme compañía e íbamos a hacer cosas. Pero tus malditos 37'7 grados decidieron que no, que no me iban a dejar ser feliz. ¿Y qué iba a hacer yo?, pues lo que cualquier persona con un mínimo de sentido común haría: decirte que te fueras a tu casa, que estarías mejor allí. Pero no pensé, ni por un solo instante, que fueras a hacerlo de verdad. Incluso cuando te pusiste los vaqueros pensé que finalmente no te irías y hasta hiciste el amago de quedarte. Pero te has ido. Te has ido y me he pasado quince minutos llorando por nada. Porque me siento sola y necesito que estés tú. No sé qué ver en la tele, todo me parece monótono. No quiero irme a dormir, ni siquiera tengo sueño. Así que escribo de nuevo sobre lo triste que estoy, sobre el coraje que me ha dado que te fueras y el coraje que me da que me dé coraje porque no debería. Estás malo. Y yo me siento sola.

miércoles, 18 de abril de 2018

Ok

Voy a ser cínica, egoísta y tremendamente cruel en esta entrada, así que si en algún momento lees esto, perdóname.


A veces me pregunto si estoy contigo por algo más allá del sexo y el transporte. Me lo paso bien contigo, por supuesto. Tenemos cosas en común, claro, y puedo hacer contigo cosas que con otros no puedo por una cuestión de pura confianza y/o dinero. Pero no eres especial. He intentado que lo seas, dios o quién sea sabe que lo he intentado, he puesto todo mi esfuerzo en enamorarme de ti y quererte con todas mis fuerzas, pero solo he conseguido una sensación de dependencia asquerosa y cierto cariño.

Estás enfadado porque crees que yo estoy enfadada. No entiendes que me estoy muriendo por dentro por no verte, pero que no quiero tener que soportar el dolor de tener que volver a decirte adiós cuando podría no tener que hacerlo. Estoy harta de esto. Estoy harta de ti y de que no entiendas nada. Me dices "ok" y a mí se me cae el mundo a los pies. Lo único que te pido es que lo intentes. Que me sigas el juego durante cinco minutos, habría sido suficiente. Pero no lo has hecho. Y yo solo siento vacío, ni siquiera puedo llorar. ¿Acaso me merece la pena?¿Acaso quiero verte a ti o es a lo que representas? Mi salvación, mi anestésico, mi caja de la nada.

No eres el elegido. No eres mi futuro. Eres una anécdota que contaré dentro de unos años, porque no vamos a ser amigos para siempre. Fue tan triste la ilusión y confianza con la que lo dijiste y yo solo podía pensar en que no era verdad. Ninguno de nosotros vamos a ser amigos después de acabar la carrera, no tenemos tanta confianza, si no somos tan amigos a estas alturas no lo vamos a ser nunca. Y no lo somos. Quizás algún día bajes del guindo y te des cuenta de eso o quizás te pase como a mí y quieras negarlo cuando ocurra. Espero que sea lo primero. Pero tú y yo, cuando todo esto acabe, no vamos a seguir de chupi pandi, y es lógico. El problema entonces reside en cuándo acabará. Porque empiezo a estar saturada. Los seis meses, me comentan. Una decepción tras otra. No quedar, no playa, no cine, no viajes, no nada. Ni siquiera una quedada normal y corriente. Me dices de ir a dar un paseo, al cine, a algún lado, y yo solo quiero sentarme a tu lado y ver películas y series. Crear una rutina o algo que me incite a seguir contigo, pero tengo la sensación de que solo me doy chocazos contra una pared. Que ya no tenemos nada que contarnos. Ya se acabaron las sorpresas y empiezan las tonterías de las repeticiones y la costumbre y el cariño y el sexo porque si estamos solos, hay que acostarse. Estoy un poco harta de ti.

Feria... feria... feria de abril

Ya no sé qué hacer para intentar entenderlo, porque por mucho que haga el esfuerzo de ser empática y ponerme en su lugar, no lo entiendo. Y me frustra. Porque el psicólogo dice que quizás sí estoy buscando seriedad y formalidad en la relación pero si ni siquiera puedes quedarte a dormir no sé cómo voy a conseguir la susodicha formalidad. Me agobia que estemos en puntos tan diferentes. O quizás no estemos tan separados pero nos ponen trabas para estar juntos de verdad. No puedo con esta ridiculez que es tu familia. Cada uno con lo suyo, por supuesto, pero esta incomodidad constante me deprime y me aleja de ti. Quizás si todo esto hubiera pasado antes, en el instituto, antes de Mairena, antes de conocer a Julio y a Miguel, cuando el quedarme a dormir fuera aún era algo relativamente extraordinario. Pero nos hemos conocido ahora, y por suerte o por desgracia para mí es tremendamente importante el llevarme bien con tu familia, no quiero ni pensar en ser de esas típicas parejas a cuyos suegros no pueden ni ver. No me da la gana. Y no quiero alejarte de mí por ser así, sé que te he trastocado un poco el mundo con mis ideas, mi confortabilidad y el hostel que puede ser considerada mi casa. Que igual para ti es raro el ser invitado a comer, a dormir, a merendar cada vez que vienes, pero para mí es lo más habitual del mundo y aunque sea un poco excesivo, creo que es normal esperar una versión soft de las casas de los demás. No este desprecio, esa crítica mordaz que sé que me hace, ese sentir que no soy suficiente para ti por el hecho de tener una hipoteca descomunal y por tanto no tener dinero suficiente para ser digna de ti.

martes, 10 de abril de 2018

Las relaciones familiares nunca fueron fáciles

Quiero ayudarte. Quiero que seas feliz. Necesito que seas feliz porque si no lo eres yo escribo. Y solo escribo cuando estoy triste. Me siento tan impotente ante esta situación. Es tan injusta que me da rabia. No entiendo cómo puedes vivir así, sumido en una actitud de sumisión propia de un crío bajo las amenazas de alguien que no debería amenazarte, no debería infravalorarte, no debería tratarte así. Y yo no sé qué hacer al respecto. Mañana le preguntaré al psicólogo, quizás él sepa cómo puedo ayudarte. Odio esta situación, odio este estado de intranquilidad al acercarme a tu casa, de furia cuando me dices estas cosas. Odio odiar a tu madre pero no puedo evitarlo. No después de todo lo que ha pasado y de lo que me has contado y, en gran medida, de lo que no me has contado. Quizás las cosas cambien con el tiempo, quién sabe. Por ahora y para lo que haga falta, seguiré a tu lado.

martes, 13 de febrero de 2018

Sick

Ah, el amor. Ah, las canciones. Ah, las fotos. Y aquí me hallo, mintiendo desde el primer día, llorando de rabia y diciendo que "no estoy muy allá". Ah, si supiera, si pudiera comprender. Pero no puede, como cualquier persona que nunca ha tenido una relación, como cualquier persona que nunca se ha enamorado de verdad. Supongo que ya no es cuestión de que quiera o no superarlo, sino de si puedo o no. Y poder podré... en algún momento. No sé si el empezar una relación formal es una buena idea, por ahora creo que va tirando para el no ya que no consigo normalizarlo, de repente no quiero verlo. Qué maravilla de hormonas. Y tengo que mirar todas las fotos y todas las capturas de pantalla y, joder, no puedo evitar leerlas. Lloro. Pues claro que lloro con tanta moñería, con tanta felicidad, con tanto mensaje en inglés. Ah, siempre se me presentó como un reto y una salvación al mismo tiempo, él me enseñó tanto que, de una forma u otra, pasó a formar parte de mí misma. Y quiero creer que a él le pasó lo mismo, porque sé que yo también le enseñé infinidad de cosas. Sebastián no es el prototipo de persona con la que todo el mundo querría estar, pero desde luego se acerca más que yo y precisamente por ello se aleja más de mí. Porque él no siente demasiado, él prueba suerte, él no se preocupa en exceso no vaya a ser que lo pase mal. Y yo, pues soy yo, y si vas a seguirme la corriente síguemela bien o no lo hagas porque no puedo con el dolor, ni con la pena ni con nada. Estoy harta de tener que dar explicaciones, de sentirme mal conmigo misma, de esperar a que ocurra un milagro, de esperarle a él y de tener que aguantar tus estupideces de primerizo solo porque estoy tan encoñada contigo que asusta. Estoy muy harta de tener que elegir, y sobre todo de elegir mal, de arrepentirme, de querer volver atrás, de pedir perdón, de necesitar un cariño que no me pertenece para ser feliz. Estoy, esencialmente, harta de sentir.

lunes, 12 de febrero de 2018

Metáforas

Tenías razón. Como casi siempre, tenías razón. Me aferro a un fantasma, necesito creer que él volverá a necesitarme porque ahora mismo yo lo necesito. Quizás todo sería más fácil si lo dejara ir de una maldita vez, han pasado, yo qué sé, muchos meses, pero volvemos a lo de siempre: han sido muchos años como para asumir que no solo he perdido una pareja sino un amigo. No quiero hacero. Y a ti te ha pillado en medio de todo este berenjenal y es complicado, por supuesto que lo es, pero si lo que quieres es que lo olvide quizás deberías intentar darme razones para creer que mereces la pena. Porque la mereces, por supuesto que la mereces, pero ahora mismo estoy cegada por el rencor y la nostalgia y esa mirada aún me duele. Probablemente nunca deje de hacerlo. Creo que fue la mirada más sincera que jamás me has dedicado, como si te arrepintieras de todos y cada uno de los días que pasaste conmigo, como si hubieras sabido desde el primer día que no iba a compensar y ahora tuvieras la confirmación, como si me estuvieras haciendo un favor al no estar más conmigo, como si ahora pudiera ser más libre cuando me siento más encerrada que nunca.

Oh, cuánto dramatismo, cuánta parafernalia, cuánta frase extremista.

Eres mi amigo por encima de todo, ¿no?

No va a cambiar nada, ¿verdad?

¿Verdad?

jueves, 25 de enero de 2018

For the first time

Después de todo, sí fuiste el primero.

No voy a entrar en temas tan banales como el sexo o la capacidad para tener orgasmos o mierdas de esas. Ahí no hay nada de sustancia. Está bien, sí, lo reconozco, el sexo contigo es maravilloso, pero hoy no quiero hablar de eso. De hecho no creo que vaya a escribir nunca muy exhaustivamente sobre ello, al menos por aquí.

Has sido el primero con el que estoy bien desde hace más de medio año. Has sido la primera persona con la que no tengo ganas de llorar a todas horas. Contigo me siento a gusto. Tan a gusto que no tengo claro qué hacer ahora, más allá del hecho del viaje y todo lo que ello pueda conllevar. Para empezar, ni siquiera pensé que el viaje llegaría a efectuarse, era todo demasiado precipitado y aquí estoy, escribiendo gilipolleces cuando debería estar planeando todos los días y la maleta y subiéndome por las paredes. Pero, por primera vez, eso tampoco me agobia demasiado. No me importa qué vayamos a hacer, ni siquiera me molesta que aún no hayamos comprado los billetes de autobús y que igual nos quedemos en el aeropuerto toda la santa noche. No me importa. No me importa estar que no puedo con mi alma, pensar que igual al segundo día no puedo levantarme de la cama, que quizás prácticamente no duerma en esa semana. El frío que vamos a pasar. La lluvia. Quizás la nieve. Me da igual. En el buen sentido, porque solo quiero estar contigo. Quiero que me enseñes Bruselas y Ámsterdam, quiero hartarme de fumar y de beber sidra y de comer queso y ya veremos qué hacemos con los monumentos, porque solo quiero estar contigo.

viernes, 12 de enero de 2018

Come here

¿Qué será de nosotros cuando todo esto acabe?

Ahora, que nos pasamos medio día sin hablarnos y nos subimos por las paredes y echamos humo como si de una locomotora nos tratásemos, ¿qué va a pasar cuando no queramos ni vernos las caras?, porque en el fondo ahora mismo quiero verte, quiero arreglarlo aunque sea demasiado orgullosa como para admitir lo estúpida que estoy siendo, pero cuando queramos vernos y no podamos decirnos de verdad lo que sentimos o cuando directamente no queramos ni hablarnos, ¿qué pasará? Porque aún nos quedan dos años y medio de sentarnos juntos, de trabajos de mierda, de quedadas de chupitos (o al menos eso espero) y con un poco de suerte tenemos planes de aquí a verano pero me aterra, por un lado, la posibilidad de que todo se chafe en mitad de todos los susodichos planes y no podamos mirarnos a los ojos sin odiarnos o pasarlo mal y, por otro, que nos convirtamos en una lista de planes que cumplir. Que solo sigamos juntos por miedo a romper la rutina. ¿Qué rutina? Pues la que tarde o temprano vamos a terminar creando, que no es malo, pero me da miedo que, precisamente, tengamos miedo a acabar con ello llegado el momento. No lo sé. No sé por qué me planteo estas cosas ahora cuando ni siquiera hay una relación formal que romper. Me has leído y no me has respondido y yo tengo tantas ganas de verte que creo que me voy a morir de necesidad. Agh. Qué mala es la obsesión.

jueves, 11 de enero de 2018

Enfados y demás parafernalia

Es gracioso esto de leerme después de un tiempo: parece todo desastroso, triste, patético. La inmensa mayoría de las veces que escribo me siento así. Y es que soy un desastre, de eso no hay ninguna duda.

Me enfadé.

¿Te das cuenta de lo irracional que es el motivo de tu enfado? No, qué, pero si yo soy lo más racional de este maldito mundo. Me he enfadado, hostias. Me he enfadado porque necesito tu atención, porque necesito que quieras estar conmigo cuando yo quiera que estés conmigo (y si no quiero, pues te fastidias), porque me siento terriblemente sola a todas horas, porque contigo no tengo tantísimas ganas de llorar en continuo.

Y tú no lo entiendes, tú qué vas a entender si lo que menos te gusta de mí es que piense tanto las cosas. No te enfades por esta tontería. No, gracias. No voy a enfadarme por temas trascendentales de la leche cuya solución necesita de una tesis y varios debates. Me enfadaré por lo que se enfada todo el mundo.

Se me pasará, no te preocupes. No se me da bien estar enfadada. Pero quería tanto que me siguieras la corriente y que vinieras. Y no sentirme sola. Por encima de todo no quiero sentirme sola entre tantísima gente. Pero ahora haces que lo recuerde a él y que me sienta terriblemente mal. Y que quiera hablarle y le suplique por su amor de nuevo porque no estás tú para ocupar mis pensamientos. Bueno, no está tu versión buena de ti. Y cuando las cosas no son perfectas tiendo a volver la vista atrás porque oh, toda vida pasada fue mejor.

No es culpa tuya, por supuesto. Esto viene de muy atrás, no eres el primero que no entiende nada cuando todo debería estar bien pero, paradójicamente, no lo está. Me gusta liarla, supongo. Siempre me gustó llevar las cosas al límite, a ver quién aguantaba más. Aún no has visto nada. Probablemente no te deje verlo, no voy a ser tan cruel como para hacerte pasar por todo esto más de lo estrictamente necesario. Así que nos veremos mañana para el examen, ¿no?

lunes, 8 de enero de 2018

Amor y muchos otros desastres

Te miro. Insistentemente. Quizás así puedas averiguar qué pienso. Pero tú sólo me miras de vuelta y sonríes. Sonrío. Todo acabó de nuevo. Una vuelta de tuerca más a este barullo de pensamientos que me atormentan. Porque por primera vez desde que todo esto empezó siento la necesidad de algo más. De ir un paso más allá, por muy innecesario que sea. Quiero que tu hermano hable de nosotros como novios y no pensar "no, no somos novios". Quiero una fecha que celebrar. Quiero poner tu nombre dentro de un corazón y que sea justificable ese nivel de moñería (no, seamos realistas, esto no quiero hacerlo). Quiero tener la posibilidad de cogerte de la mano cuando quedemos con los demás y no sentirme culpable por meter la idea equivocada en la cabeza del resto del mundo.

Pero no quiero hacerte daño, por encima de todo no quiero hacerte daño. Podría pedirte salir y estoy casi segura de que me dirías que sí, y probablemente no cambiara gran cosa. Pero tengo que explicarte los términos y condiciones, ¿podrías aceptarlos tan rápidamente entonces?

Porque no te voy a prometer amor eterno, no puedes contar con una vida juntos, no te puedo prometer fidelidad ciega, esta vez no. Y esto no es algo malo, no quiere decir que te quisiera menos o que me faltara algo, pero soy consciente de lo que estoy pasando y solo contigo consigo estar bien. Hemos avanzado poco a poco en esta relación aparentemente sin futuro y hay demasiados planes a largo plazo como para plantearme que pueda no funcionar. Porque es obvio que hay muchas cosas en las que no vamos a estar de acuerdo nunca, pero creo que hacemos buena pareja. Que nos lo pasamos bien juntos. Que, por ahora, no nos aburrimos pese a hacer planes en su mayoría terriblemente aburridos.

Hay muchos pros y muchos contras en juego, aún no tengo claro en qué lado terminará el peso de la balanza y está claro que, si sientes la misma necesidad que yo, lo disimulas muy bien así que dudo que vayas a hacer nada por cambiar la situación, y créeme que lo entiendo después de la tesitura en la que te he puesto con mis charlas conspiparanoicas sobre las nuevas teorías del amor y las relaciones. Así que, no sé, quizás un día de estos me arme de valor y te pida salir. O no.