Es gracioso esto de leerme después de un tiempo: parece todo desastroso, triste, patético. La inmensa mayoría de las veces que escribo me siento así. Y es que soy un desastre, de eso no hay ninguna duda.
Me enfadé.
¿Te das cuenta de lo irracional que es el motivo de tu enfado? No, qué, pero si yo soy lo más racional de este maldito mundo. Me he enfadado, hostias. Me he enfadado porque necesito tu atención, porque necesito que quieras estar conmigo cuando yo quiera que estés conmigo (y si no quiero, pues te fastidias), porque me siento terriblemente sola a todas horas, porque contigo no tengo tantísimas ganas de llorar en continuo.
Y tú no lo entiendes, tú qué vas a entender si lo que menos te gusta de mí es que piense tanto las cosas. No te enfades por esta tontería. No, gracias. No voy a enfadarme por temas trascendentales de la leche cuya solución necesita de una tesis y varios debates. Me enfadaré por lo que se enfada todo el mundo.
Se me pasará, no te preocupes. No se me da bien estar enfadada. Pero quería tanto que me siguieras la corriente y que vinieras. Y no sentirme sola. Por encima de todo no quiero sentirme sola entre tantísima gente. Pero ahora haces que lo recuerde a él y que me sienta terriblemente mal. Y que quiera hablarle y le suplique por su amor de nuevo porque no estás tú para ocupar mis pensamientos. Bueno, no está tu versión buena de ti. Y cuando las cosas no son perfectas tiendo a volver la vista atrás porque oh, toda vida pasada fue mejor.
No es culpa tuya, por supuesto. Esto viene de muy atrás, no eres el primero que no entiende nada cuando todo debería estar bien pero, paradójicamente, no lo está. Me gusta liarla, supongo. Siempre me gustó llevar las cosas al límite, a ver quién aguantaba más. Aún no has visto nada. Probablemente no te deje verlo, no voy a ser tan cruel como para hacerte pasar por todo esto más de lo estrictamente necesario. Así que nos veremos mañana para el examen, ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario