Otra vez entre dos mundos. Otra vez sin formar parte de ninguno. Otra vez... al borde de la crisis.
Pero esta vez no puedo dejar que vaya a más, no puedo dejar que el miedo se apodere de mí. Él pretende ser mi apoyo, mi fuerza, el hombro sobre el que llorar y quizás si fueran otras las circunstancias habría sido suficiente. Pero no puedo depender de él únicamente para ser feliz, no es justo que él cargue con lo que me corresponde. Necesito irme de aquí. No tengo nada a lo que aferrarme en esta ciudad, nada me frena y dudo que vaya a echar de menos a alguno más allá de la comodidad de saber que podría quedar con ellos cualquier día si lo propusiera. Pero para ellos no soy nada, no existo, soy prescindible, y el hecho de poder asumirlo no quita que me duela o que pueda superarlo. Nunca he sido de superar las cosas fácilmente.
Ahora tengo hambre y necesidad de huir. De dejar de esperar. De descubrir y conquistar y poder pensar en la posibilidad de conocer gente nueva para la que de verdad signifique algo, no ser una más. Ser el Miguel del grupo por una vez. Notar que importan mis decisiones, que esperan algo de mí y poder ser yo la que elija si me merece la pena o no estar con ellos. Necesito amigos nuevos. Necesito una vida nueva.
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