Faltan dos días para mi cumpleaños y es muy triste que me sienta así de mal conmigo misma.
En este caso tengo tremendamente claro que es, en cierto modo al menos, culpa de mis malditos sueños. Porque, claro, ¿cómo iba a plantearme dejar de soñar con el resto del mundo? Estaba bien, de verdad, no necesitaba volver a martirizarme viéndolos a los dos: uno ignorándome y el otro sonriéndome. No sé qué me ha sentado peor. Son solo sueños, ¿por qué entonces me duele tanto el pecho cuando lo recuerdo, por qué se me pone la carne de gallina? Necesito un respiro.
Me dices que no piense, me dices que lo deje pasar. No me conoces de nada, no entiendes cómo me he sentido... cómo me han hecho sentir. No sabes lo crueles que han sido conmigo, cómo ese chico con el que he soñado hoy me dejó tirada alegando que no me quería cuando no era cierto, solo por un error. Éramos muy jóvenes, todo sea dicho, pero sigue doliendo. Él fue la primera capa. Y no ha sido la última. Y me encierro en mi mundo de tristeza y soledad pero a la vez necesito compartir mi sufrimiento para no ahogarme en la tristeza. Ahí estás tú. No lo entiendes. No entiendes nada. No entiendes que puedas parecerme lo mejor que podía ocurrirme ahora mismo. No entiendes que me sienta mal por saber que eres mejor que ellos. Que eres mejor que yo. Porque tú, con tu filosofía patatera de empanarte por las esquinas, manejas las emociones infinitamente mejor que yo.
Voy a terminar haciéndote daño y jamás voy a poder perdonármelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario