Sigues sin decirlo y a mí sigue sin importarme, pero está empezando a generarme un problema: yo quiero decírtelo en continuo y no quiero crear más situaciones incómodas. Hemos llegado a este punto en el que no tenemos demasiado de qué hablar pero tampoco importa mucho, los silencios no son incómodos. Entonces te miro y un tsunami de sensaciones inunda mi cuerpo. Sonrío por no llorar de alegría. Pienso en todo lo que podríamos hacer juntos. Pienso en ti y en mí en Escocia, paseando bajo la lluvia y te juro que no puedo imaginar cómo podría ser más feliz. El estómago me hace cosas raras y noto un hueco que no es molesto en mi interior. Me miras y me dices que la cabeza me está echando humo. Qué tontería, ni que yo le diera vueltas a las cosas. Pero estoy tan bien contigo y tan triste sin ti que quiero exprimir cada segundo que tengamos juntos, por compensar.
Sé que algún día te vas a hartar de mí y quiero estar preparada para cuando ese día llegue, pero no me sale demasiado bien. Ahora mismo, lo creas o no, soy toda tuya. No dobles sentidos, no ironías. Podrías hacer lo que quisieras conmigo y yo me dejaría. La comodidad es cómoda, supongo, y ha llegado demasiado rápido y es que, joder, hueles tan bien que jamás podría resistirme a nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario