sábado, 14 de enero de 2023

Y nos dieron las seis y las siete...

Promovida probablemente por la inevitabilidad de mi inminente huida, moví ficha. No demasiado, no lo suficiente como para ponerte en un aprieto pero sí lo justo para que sepas que, en el fondo, ahora mismo me muero por tus huesos. Es cómodo usar la excusa de los sueños, no es algo que pueda controlar y sin embargo saca a la luz lo más profundo de nuestros deseos. Puedes pensar que jamás te hubiera dicho nada si no hubiera soñado contigo las últimas cuatro noches porque quizás ni yo misma fuera consciente de la atracción que te profeso, pero como lo he hecho... ah, es el subconsciente, no se puede hacer nada por evitarlo. Es la excusa perfecta. Los relatos eróticos de por las mañanas ya te los cuento otro día si tal.

Me duele, sin embargo, lo irremediable de tu respuesta, ese hilo invisible que me une a él pese a haber dormido contigo en vez de en su cama. Pero oh, cómo lo he disfrutado. Cómo he aguantado como una jabata despierta solo para hacerte compañía, para encontrar esa intimidad imposible, para tenerte cerca. No sé, no sé qué se te pudo pasar por la cabeza en aquellos momentos, cuál es tu dilema, ¿acaso te gusto o simplemente no sabías cómo rechazarme sin hacerme daño? No había nada que rechazar. Pero ahora me gustaría tener una conversación serena a tu lado, que te abrieras de verdad a mí, que me dijeras qué piensas, no puedes hacerme daño a estas alturas teniendo en cuenta que no cuento con tener tu cariño y yo necesito que me des una respuesta para poder dejar de pensar en ti por las noches. Porque ahora encima he confirmado también que me gusta (y mucho) cómo hueles. Me gusta tu pelo y que de vez en cuando tengas gestos que no puedo entender, que no son coherentes con tu forma de ser. No me gusta que no tengas una buena autoestima pero he de admitir que me sentí poderosa cuando me dijiste que te hice pensar, tienes en cuenta mis opiniones y eso me sube el ego sobremanera.

No me viste anoche cuando estábamos jugando al Picolo. Juanma leyó que había que beber dos tragos si queríamos acostarnos con la persona que tuviéramos a nuestra derecha. Yo no tenía nada que beber pero le di dos caladas bien intensas al porro. Te miré de reojo. Nadie se fijó. 

Necesito saberlo, necesito saber si soy yo o es él. Si es la puta etiqueta o realmente no tengo ninguna oportunidad por no ser rubia, no medir quince centímetros más o no tener más tetas. Me daría igual pero la incertidumbre me está matando. "No te cortas ni un pelo" y si tú supieras lo que me corto. El esfuerzo sobrehumano que hice anoche para no pegarme a tu espalda y esnifarte, para no hacerte rulitos en el pelo, para no besarte, para calcular bien mis palabras y que no te sintieras incómodo ante la posibilidad de dormir en la misma cama que yo. Al menos sé que no tienes miedo a que te viole, todo un logro. Bueno, supongo que se me pasará. Que no nos hablaremos mientras esté fuera y a la vuelta todo seguirá igual. Tú con tus cartitas y yo con mis angustias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario