Como todo el mundo, yo también tengo momentos de debilidad en los que me da por acordarme de cómo era, de cuánto me querías (diría también de cuanto te quería, pero de eso me acuerdo todos los días), de las ganas locas que tenía siempre de besarte... también me da por arrepentirme de todas las conversaciones que no tuve contigo, de todas las cosas que no hicimos... de todos las veces en las que me moría por besarte y no te besé, de todas las sonrisas que no te saqué, de todos los abrazos que no me diste... y en ese momento necesito martirizarme un poco más, y leer todos tus mensajes antiguos, leerlos, releerlos acordarme de la cara que puse al recibirlos y cagarme en mi vida al recordar que cuando los leí no moví tierra con cielo para comerte a besos...
Hay veces, también, que me pregunto si besarás a otras como me besabas a mí, si les hablas como me hablabas a mí... si las miras, las tocas, las llamas como lo hacías conmigo... si las quieres como me quisiste a mí... porque yo, sinceramente, no puedo evitar echarte tremendamente de menos cuando beso, abrazo o acaricio a alguien... no puedo evitar recordar tus besos y saber que jamás me encontraré con unos besos como los tuyos...
Y pensarás que estoy loca... pero no puedo dejar de comparar los olores de la gente con el tuyo... que sé perfectamente como olías, me encantaba tanto como el sabor de tu boca... tu boca... a la que todavía deseo robarle mil besos, a la que le debo tanto... aquella que sabe cómo hacer para volverme loca, para enfadarme o para hacerme sonreír, igual que yo sabía como besarte el cuello para que se te encendieran las mejillas, me miraras con los ojos brillantes, sonrieras y yo me enroscara a ti cual pulpo lo hace con su presa...
Recordar porque son recuerdos... recuerdos que siempre, SIEMPRE serán nuestros... me odies, te odie o estemos muertos... siempre.
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