Reviendo Fleabag por cuarta vez me ha hecho darme cuenta de uno de los grandes problemas de mi vida. No soy, ni mucho menos, una adicta al sexo como Fleabag pero no puedo sentirme más identificada con ella que en el momento en el que dice que no hay nada peor que no conseguir atraer a una persona. Tienes que conseguir que todo el mundo te desee. Y es tan difícil. Y agotador. Y ha acabado con tantas amistades. Pero no puedo evitarlo, si una persona suscita el más mínimo interés en mí necesito notar que quiere acostarse conmigo aunque yo no quiera hacerlo con él (maticemos el él porque en estos aspectos soy super hetero para mi eterna desgracia), es tan cansino ser sutil y comedida y coquetear de forma "inconsciente" hasta llegar al punto en el que la tensión pueda cortarse con un cuchillo. Laura me decía que coqueteaba y siendo sinceros en aquel momento yo realmente estaba convencida de que no coqueteaba, que era mi forma de ser, pero estaba claro como el agua. Y me encantaba recibir una atención igual de sutil y superior al resto de la sala, sentir que las miradas se desviaban, ser un objeto de deseo y sobre todo saber que, a pesar de todo, no era por mi físico. Como buena chavala dentro de ciertos estándares puedo cumplir ciertos cánones pero estaba claro que lo que les gustaba de mí era mi personalidad. Nunca he gustado desde el primer momento y eso tampoco me ha molestado nunca especialmente. Pero ah, cuando llegan a conocerme y ven todo lo bueno (y solo lo bueno) que hay en mí, con un sentido del humor mordaz, inteligente, malhablada, sincera, misteriosa, con un deje triste y melancólico disimulado entre un sinfín de mierdas que puedo decir de mí misma solo para hacerme la interesante. Y eso les gusta, les gusta que hable de sexo y que admita que veo porno y que tenga unas ideas claras y que sea capaz de decir que soy una mierda de persona. Les gusta creer que no finjo ser quien soy. Pero a veces no sé dónde termina este personaje que se parece muchísimo a mí y dónde empiezo yo, con mi mierda de autoestima, mis ganas de llorar y mis problemas con el sexo. A veces me pierdo en esta vorágine de tonteo y me creo que puedo ir un paso más allá sin perderme por el camino y no sé si me gustaría convertirme en la chica del flirteo, la que sonríe y mira por la ventana esperando que otros se fijen en lo triste que está. Cada vez se fijan menos, eso está claro, pero también es verdad que cada vez me esfuerzo menos por mantener esta imagen deshecha y adolescente de mí misma, aunque a veces (como ahora) me gusta intentar sentirme deseada de nuevo y hago serios esfuerzos por llegar a unos niveles en los que tengo la sensación de que ya no puedo competir. Aquí todo el mundo es muy joven y creen que soy una abuela, no soy un objeto de deseo cuando tienen a cincuenta chicas sin sujetador y con siete años menos. No hay donde competir. Además, hablar noruego es un plus y ahí me ganan de calle. Me queda Nicolás, pero hasta me sabe mal intentar tontear con él teniendo en cuenta la clara depresión que tiene y cómo le puedo joder aún más rechazándole. Pero es la primera persona aquí con la que tengo suficiente confianza como para hablar de cualquier cosa y es tan fácil decir que no me odia y que él me responda que no, que no lo hace.
sábado, 12 de marzo de 2022
Delirios de grandeza
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