Voy a ser cínica, egoísta y tremendamente cruel en esta entrada, así que si en algún momento lees esto, perdóname.
A veces me pregunto si estoy contigo por algo más allá del sexo y el transporte. Me lo paso bien contigo, por supuesto. Tenemos cosas en común, claro, y puedo hacer contigo cosas que con otros no puedo por una cuestión de pura confianza y/o dinero. Pero no eres especial. He intentado que lo seas, dios o quién sea sabe que lo he intentado, he puesto todo mi esfuerzo en enamorarme de ti y quererte con todas mis fuerzas, pero solo he conseguido una sensación de dependencia asquerosa y cierto cariño.
Estás enfadado porque crees que yo estoy enfadada. No entiendes que me estoy muriendo por dentro por no verte, pero que no quiero tener que soportar el dolor de tener que volver a decirte adiós cuando podría no tener que hacerlo. Estoy harta de esto. Estoy harta de ti y de que no entiendas nada. Me dices "ok" y a mí se me cae el mundo a los pies. Lo único que te pido es que lo intentes. Que me sigas el juego durante cinco minutos, habría sido suficiente. Pero no lo has hecho. Y yo solo siento vacío, ni siquiera puedo llorar. ¿Acaso me merece la pena?¿Acaso quiero verte a ti o es a lo que representas? Mi salvación, mi anestésico, mi caja de la nada.
No eres el elegido. No eres mi futuro. Eres una anécdota que contaré dentro de unos años, porque no vamos a ser amigos para siempre. Fue tan triste la ilusión y confianza con la que lo dijiste y yo solo podía pensar en que no era verdad. Ninguno de nosotros vamos a ser amigos después de acabar la carrera, no tenemos tanta confianza, si no somos tan amigos a estas alturas no lo vamos a ser nunca. Y no lo somos. Quizás algún día bajes del guindo y te des cuenta de eso o quizás te pase como a mí y quieras negarlo cuando ocurra. Espero que sea lo primero. Pero tú y yo, cuando todo esto acabe, no vamos a seguir de chupi pandi, y es lógico. El problema entonces reside en cuándo acabará. Porque empiezo a estar saturada. Los seis meses, me comentan. Una decepción tras otra. No quedar, no playa, no cine, no viajes, no nada. Ni siquiera una quedada normal y corriente. Me dices de ir a dar un paseo, al cine, a algún lado, y yo solo quiero sentarme a tu lado y ver películas y series. Crear una rutina o algo que me incite a seguir contigo, pero tengo la sensación de que solo me doy chocazos contra una pared. Que ya no tenemos nada que contarnos. Ya se acabaron las sorpresas y empiezan las tonterías de las repeticiones y la costumbre y el cariño y el sexo porque si estamos solos, hay que acostarse. Estoy un poco harta de ti.
miércoles, 18 de abril de 2018
Feria... feria... feria de abril
Ya no sé qué hacer para intentar entenderlo, porque por mucho que haga el esfuerzo de ser empática y ponerme en su lugar, no lo entiendo. Y me frustra. Porque el psicólogo dice que quizás sí estoy buscando seriedad y formalidad en la relación pero si ni siquiera puedes quedarte a dormir no sé cómo voy a conseguir la susodicha formalidad. Me agobia que estemos en puntos tan diferentes. O quizás no estemos tan separados pero nos ponen trabas para estar juntos de verdad. No puedo con esta ridiculez que es tu familia. Cada uno con lo suyo, por supuesto, pero esta incomodidad constante me deprime y me aleja de ti. Quizás si todo esto hubiera pasado antes, en el instituto, antes de Mairena, antes de conocer a Julio y a Miguel, cuando el quedarme a dormir fuera aún era algo relativamente extraordinario. Pero nos hemos conocido ahora, y por suerte o por desgracia para mí es tremendamente importante el llevarme bien con tu familia, no quiero ni pensar en ser de esas típicas parejas a cuyos suegros no pueden ni ver. No me da la gana. Y no quiero alejarte de mí por ser así, sé que te he trastocado un poco el mundo con mis ideas, mi confortabilidad y el hostel que puede ser considerada mi casa. Que igual para ti es raro el ser invitado a comer, a dormir, a merendar cada vez que vienes, pero para mí es lo más habitual del mundo y aunque sea un poco excesivo, creo que es normal esperar una versión soft de las casas de los demás. No este desprecio, esa crítica mordaz que sé que me hace, ese sentir que no soy suficiente para ti por el hecho de tener una hipoteca descomunal y por tanto no tener dinero suficiente para ser digna de ti.
martes, 10 de abril de 2018
Las relaciones familiares nunca fueron fáciles
Quiero ayudarte. Quiero que seas feliz. Necesito que seas feliz porque si no lo eres yo escribo. Y solo escribo cuando estoy triste. Me siento tan impotente ante esta situación. Es tan injusta que me da rabia. No entiendo cómo puedes vivir así, sumido en una actitud de sumisión propia de un crío bajo las amenazas de alguien que no debería amenazarte, no debería infravalorarte, no debería tratarte así. Y yo no sé qué hacer al respecto. Mañana le preguntaré al psicólogo, quizás él sepa cómo puedo ayudarte. Odio esta situación, odio este estado de intranquilidad al acercarme a tu casa, de furia cuando me dices estas cosas. Odio odiar a tu madre pero no puedo evitarlo. No después de todo lo que ha pasado y de lo que me has contado y, en gran medida, de lo que no me has contado. Quizás las cosas cambien con el tiempo, quién sabe. Por ahora y para lo que haga falta, seguiré a tu lado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)