viernes, 10 de junio de 2016

No-End

La yema de mi dedo índice se posa sobre mi labio mientras intento observarte de nuevo. Un vídeo era todo lo que necesitaba, un vídeo de hace muchos meses para volver a caer en la tentación de quererte. Noto cómo la cara me hierve y las palmas de las manos me sudan. La impaciencia puede conmigo y el vídeo no quiere reproducirse, sólo muestra una imagen estática de un chico con un instrumento musical. No hay música, no hay movimiento. Solo él y su inexpresividad. Miro sus labios y muerdo los míos intentando recordar a qué sabían tus besos. Esos labios me pertenecieron en algún momento de la línea temporal, algún corto periodo de tiempo que se pierde entre nuestras vidas y nuestra ausencia de contacto. Pero fue un periodo de tiempo entretenido, distinto a cualquier cosa que haya pasado después, idealizado quizás. No me importa, solos tú y yo en mi memoria y no necesito nada más para que mi imaginación vuele y decida que ha llegado el momento de ser feliz a manos de un recuerdo. Porque al fin y al cabo es así como me siento, feliz con tu media sonrisa, tu piel galleta tostada y tus rizos. Jamás necesité nada más, el problema es que no me di cuenta hasta que fue demasiado tarde.


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