Esta mañana he salido a comprar y casi me quedo allí. Estaba pensando en lo que se parecen Julio y Jesús. No es justo comparar porque después de todo han pasado unos cuantos años entre uno y otro, pero salvando las distancias tienen puntos realmente idénticos. La diferencia radica en la forma que tenían de enfrentarse a las cosas. Ambos querían una relación más amorosa, con más contacto físico. Jesús nunca fue capaz de superar el pánico que tenía a mostrar cariño en público (está comprobado que eso ya no le pasa... curioso cuanto menos). Sin embargo, Julio consiguió poco a poco ser más afectivo y sé que le ha resultado complicado. Siempre era yo la que me enfadaba; Jesús me seguía la corriente y terminábamos siempre peor, Julio no lo hace y simplemente se me pasa. Después de tantos años sigo pensando que podríamos estar juntos, que deberíamos estarlo... de no ser porque ya no eres el mismo. Me di cuenta aquel día en el que quedamos. Y no me dio pena, al contrario, me alegré mucho, por fin podría quitarme esa idea estúpida y perfecta que tenía de ti, pero han pasado meses desde aquella mañana y tantos años juntos vuelven a hacer mella en mi memoria. Vuelvo a imaginarte tan guapo como siempre, tan serio como en los primeros años de la eso, tan pasota como eras cuando yo solo quería llamar tu atención.
Aquello fue amor, sí, no amor maduro como el que ahora podríamos sentir, pero al fin y al cabo era un amor puro, simple, inocente... de ese que solo podíamos sentir durante los pocos años que dura la adolescencia, y me alegro infinito de que tú fueras el chico del que me enamoré por primera vez. No lo cambiaría por nada, de verdad.
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