Era lo único que faltaba para que mi débil autoestima se viniera abajo, saber que nunca te parecí guapa duele más de lo que jamás puedas imaginarte, o peor aún, que me hayas hecho creer que te lo parecía cuando era mentira, sólo por complacer.
Y sí, pese a tus dientes torcidos, tus pelos de loco y tus granitos en la espalda me parecías el tío más guapo del mundo y el que mejor estaba también; por supuesto tú tendrás muchas más cosas malas que decir de mí, pues aquí ya sabemos que la que siempre es la mala soy yo, y los malos no pueden ser guapos.
Ahora, cuando quedemos, me dirás que era mentira, que estabas dolido, y yo te creeré, seré la tonta que siempre caerá fiel a tus pies, tienes un algo que me hipnotiza y no puedo hacer nada por evitarlo, y en cierto modo tampoco quiero hacerlo, me gusta estar contigo y sí, me he acostumbrado a esta vida aunque me duela mucho todo lo que me dices, después podemos pasar una semana fantástica, otra mala y todo se convierte en un círculo vicioso que ninguno nos atrevemos a romper por el miedo a equivocarnos, porque creemos que podemos dañarnos mutuamente sin salir heridos, sin consecuencias ninguna, que todo se arreglará y eso es lo importante. Me duele, me duele muchísimo todo lo que está pasando, hablamos de confianza, confianza que no hay, confianza invisible, confianza inexistente.
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