martes, 16 de agosto de 2022

Ardo

 No, no me hace falta soñar contigo a estas alturas. Yo me lo guiso, yo me lo como. Y lo cierto es que no puedo dejar de pensar en el lunar de tu lóbulo izquierdo y de cómo me lo comería. De cómo me restregaría por tu piel y entrelazaría mis dedos por tu pelo mientras te beso. Hacía tiempo que no me gustaba nadie tanto y cuanto más te veo más me gustas. No para llevarte al altar, ni siquiera para tener una relación, me gustas en el plano más físico de la existencia. Tus ojos tristes, tu sonrisa, tu lóbulo, tu vello, todo tú me gustas. Y querría poder tocarte, poder acariciarte y besarte y zambullirme en tu mirada durante horas. No es algo que me pueda permitir siquiera intentar pero una no pierde la esperanza de encontrar un resquicio de relación que nos separe de él, que nos una a nosotros sin interferencias. Puede que lo haya encontrado en las pelis de miedo pero él no me va a dejar explotarlo. Pero las noches de locura que podríamos pasar tú y yo. Lo que podríamos aprender el uno del otro. Qué bonito sería poder intentarlo en vez de tener que desnudarte con la mirada cada vez que quedamos. Te quitaría la camiseta y exploraría cada poro de tu piel hasta memorizar el plano de tus lunares. Dejaría que besaras mis estrías y que me cogieras en volandas para llevarme a la cama. Me pondría encima de ti y te escucharía gemir gritando mi nombre. Sí, sería bonito que yo también te gustara y no tener un novio al que conoces desde hace quince años. Pero bueno, para eso está este blog y mi imaginación.

domingo, 14 de agosto de 2022

Edu

 Un roce de manos. Un choque de rodillas debajo de la mesa. Una visita inesperada cuando nadie más le dio importancia. No hizo falta más para ponerte en el punto de mira. "Se parece a él" pienso, como si fuera una justificación. Es alto, es grande, es tímido, es callado. A estas alturas creo que está más que claro cuál es mi tipo. Pero él es más guapo, él tiene una sonrisa más bonita y cuando habla podría escucharlo durante horas.

Estábamos en los vestuarios de un gimnasio. Había un banco frente a un gran ventanal desde el que podía verse la piscina al atardecer. Quedaba poca gente. Quedábamos nosotros, el grupo variopinto allí en el agua aprovechando los últimos instantes de luz naranja antes de que los focos iluminasen con su fría luz aquel lugar. Yo salí antes, tenía frío o qué sé yo, quizás solo quería estar sola, suele pasarme cuando paso mucho tiempo seguido rodeada de gente. Fui al vestuario unisex con mi bañador amarillo con peces azules envuelto en una toalla, cerré las cortinas del ventanal. Me quedé allí, quieta, inmóvil, recuperando energía vital, disfrutando del silencio. Pero el silencio no duró mucho, la puerta de entrada crujió y él entró en la estancia. Se sentó a mi lado, demasiado cerca, nuestras pieles casi podían rozarse debajo de las toallas, el calor que emanaba su cuerpo me mareaba. "Se parece a él" pensé mientras notaba cómo el corazón se me desbocaba. Apoyó su mano sobre la mía y en un acto reflejo me separé y me levanté, como si fuera un desconocido al que no quisiera importunar pero él no me dejó alejarme, me agarró suavemente del brazo y me hizo ponerme frente a él. Puso sus manos en mi espalda y me acercó más, dejó caer su cabeza contra mi pecho y se quedó ahí abrazándome, escuchando mi corazón latir a mil por hora. En mi mente el debate interno continuaba y me impedía reaccionar. "Está ahí fuera". Una mano temblorosa acarició su nuca, era difícil resistirse estando las cosas como estaban. Su olor me embriagaba todos los sentidos. Él se separó y yo volví a sentarme a su lado. De fondo podían escucharse los tenues chapoteos de nuestros amigos pero yo poco más podía escuchar que el bombeo de sangre en mis oídos. Sus manos rodearon mi cuello y tiraron levemente hacia sí, muy despacio, casi como pidiendo permiso. "Espera" le dije, mi debate aún no había terminado, aunque tenía claro quién iba ganando. "Lo entiendo" me dijo con toda la dulzura del universo. Lo entendía de verdad pero eso no quería decir que no fuera a luchar por lo que quería. Apoyé la frente en su hombro, tenía los sentidos nublados y demasiadas ganas de intentarlo como para seguir teniendo dudas. Lo miré, le aguanté la mirada todo lo que pude y cuando fue demasiado me acerqué a él. Nuestros labios tuvieron una primera toma de contacto, húmeda, fría, eléctrica. Esbozamos una sonrisa. Seguimos besándonos, esta vez con más ganas, más ansia, menos miedo. No había debate ya.

Es divertido y sorprendentemente fácil soñar contigo. No tengo que hacer más que pensar en ti mientras me concentro en respirar y pluf, de repente todo mi mundo onírico está imbuido por tu presencia. También es verdad que te puedo moldear a mi antojo, que no tengo prácticamente referencia tuya ni física ni psicológica, no te conozco lo suficiente. Es, pues, un misterio a descubrir cómo te aparecerás cada noche. Porque lo haces, vaya si lo haces.

Esta vez era un tren. Blanco, muy blanco, muy futurista, con puertas que hacían ruido de despresurización al abrirse. Y tú venías a mi compartimento por las noches, huyendo de las miradas, buscando la mía. Y hablábamos. Como dos adolescentes que no se atreven a dar un paso más por el qué dirán. No hablábamos de nada, lo importante era estar ahí juntos. Es curiosa mi concepción de un sueño cuasi erótico, uno en el que ni siquiera nos quitamos la camiseta. Supongo que echo demasiado de menos esa sensación de enamorarse, de los químicos bullendo en mi cerebro y lo busco en cualquier lugar. Ya lo hice en Noruega, ¿por qué no aquí? Y dejar a Sebas implicaría no verte a ti y no quiero hacerlo. Tampoco es que siga con él solo por eso pero es verdad que ya no es una cuestión de apetito sexual general sino con él. No me atrae. Pero ahora mismo no tengo amigos con los que quedar y no quiero estar sola el resto del verano. Quizás en la FP conozca gente interesante y pueda armarme de valor para dejarlo y no sufrir por no poder verte más. Ahora mismo eres mi mayor divertimento, quién lo iba a decir. A ver cuánto dura.