sábado, 22 de diciembre de 2018

Not so important

Me duele la piel. Noto punzadas pequeñas debajo de la carne y no sé qué hacer para evitarlo. Quizás sea el frío, quizás mi cuerpo desintoxicándose. Pero, sinceramente, sé que no es por eso. El recuerdo de tu incertidumbre aún me atormenta. ¿Cómo una frase tan nimia puede generar tal catástrofe? Y lo peor de todo es que me siento vulgar preocupándome por esto después de lo que contó ayer. No sé cómo sentirme al respecto. Quiero ayudar y creo que cualquier cosa que haga lo va a empeorar. No creo que sea capaz jamás de estar en su situación y precisamente por eso no sé cómo actuar. Así que me encierro en mis propios problemas para llevarme al borde de la crisis de forma voluntaria para no tener que pensar que hay gente que está peor que yo.

No me hablas. No me escribes. Estás a diez minutos de mi casa y no nos vamos a ver hasta la hora de la cena porque tú no tienes que disculparte más y yo no me siento a gusto con tu presencia. ¿Tan mal lo hago?¿Tan poco te he dado para que al primer desliz pienses que no te importo? Un desliz que ni siquiera existió. Tergiversaste mis palabras y no puedo evitar caer en la tentación de pensar que hay un miedo subyacente a todo esto. Que no confías en mí. Que realmente nunca lo has hecho pero no tenías que preocuparte porque me pasaba el 80% del tiempo contigo. ¿Cómo pretendes que me sienta al respecto? Ni siquiera estaba borracha, ni siquiera tú estabas borracho como para justificar que se te fue de las manos y me destrozaste por el camino. Ahora intento encontrar los pedazos de autoestima que tanto tiempo me ha costado tener, intento no sentirme como si fuera una mierda porque, después de todo, no ha cambiado nada. Uno carente de confianza más para la lista. Y después se preguntarán por qué estoy harta de las relaciones monógamas. Odio esta oleada de celos innecesarios. Esta vida de desconfianza. Esta relación de medias verdades.